Es un hábito perjudicial si se prolonga más allá de los 2 años, ya que puede provocar alteraciones en la formación esquelética de los dientes, dando luga a malas mordidas, estrechamientos de paladar... que luego pueden llegar a corregirse con ortodoncia.
También hay que evitar que los niños cojan la costumbre de chuparse el dedo porque puede tener las mismas repercusiones sobre sus dientes, o incluso peores, que el uso del chupete.